
El Metro: ritual diario de la supervivencia colectiva, Entrar al Metro de la Ciudad de México en 2025 no es subirse a un transporte: es participar en un ritual de resistencia masiva, una coreografía de cuerpos comprimidos y voluntades quebradas. Cada mañana, millones de personas descienden al subsuelo con el mismo gesto resignado de quien sabe que va a sufrir, pero lo acepta como parte del contrato social invisible que firmamos para existir en esta ciudad.

Las estaciones huelen a humanidad concentrada, metal oxidado y desesperanza. El calor es tan denso que parece sólido, y la sensación de encierro recuerda a los laboratorios de estrés animal. La ironía: este sistema fue creado para mover a la gente con eficiencia, y terminó moviendo solo su paciencia, su rabia y su miedo.
Cada tren es una reliquia en movimiento, una cápsula temporal de la corrupción institucionalizada. Los vagones rechinan como si cada viaje fuera el último, y tal vez lo sea. Se habla de “modernización”, pero esa palabra, en el contexto del Metro, suena tan real como “esperanza” en un anuncio del gobierno.
Los cables chispean, los rieles vibran, los túneles se filtran. Las luces parpadean, no por falta de energía, sino por exceso de indiferencia. Los usuarios ya saben que cualquier chispa puede ser un incendio, cualquier freno una colisión, cualquier “falla técnica” un aviso de muerte colectiva. Y sin embargo, nadie protesta: todos saben que es el único medio para llegar a un trabajo que tampoco vale la pena perder.

El gobierno juega con la semántica para evitar responsabilidades: cuando hay humo, le llaman “incidente”; cuando hay muertos, “tragedia aislada”; y cuando la infraestructura colapsa, “error humano”. En 2025, el Metro es una metáfora del país: un aparato viejo, parchado, sostenido por discursos huecos y promesas recicladas. Los millones que se anuncian para su mantenimiento se evaporan en consultorías, comisiones y campañas políticas.

Nadie ve trenes nuevos, pero sí ve propaganda en cada estación. Todo está cubierto con vinilos brillantes que anuncian progreso mientras los pasajeros respiran polvo de concreto. Lo que se destruye aquí no son solo los rieles: es la confianza en que algo, algún día, funcione correctamente.

La hermosa experiencia dentro de los vagones es un infierno logístico disfrazado de servicio público. No hay aire, no hay espacio, no hay dignidad. La gente entra empujando, gime, suda, tose, se aplasta. Si alguien se desmaya, no cae; queda suspendido entre torsos.
Si alguien grita, nadie escucha: el sonido se ahoga entre el rugido metálico y la música filtrada por audífonos de diez pesos. Hay niños, ancianos, oficinistas, trabajadores, todos reducidos a carne que se desplaza. En los espejos rotos del andén, uno se reconoce como parte de una masa que sobrevive sin quererlo. Cada estación es una estación de penitencia. Nadie viaja por gusto: todos viajan porque no hay alternativa.

Llamarlo “Sistema de Transporte Colectivo” es una broma de mal gusto. Es, más bien, un sistema de muerte lenta, donde cada retraso, cada humo, cada falla eléctrica es un recordatorio de que aquí la vida pública vale lo mismo que el presupuesto del mantenimiento: poco o nada.
Y sin embargo, seguimos bajando, seguimos pagando, seguimos creyendo que sobrevivir es suficiente. El Metro no es solo un transporte: es el retrato más fiel de México en 2025. Un país que se mueve a trompicones, que resiste entre parches, que se incendia y sigue. Y en esa ironía brutal, entre el miedo y la costumbre, uno termina entendiendo que este sistema no transporta personas, sino esperanza muerta en movimiento.

El Metrobús fue presentado hace dos décadas como el símbolo de modernidad capitalina: limpio, rápido, ecológico, eficiente. En teoría, una alternativa civilizada al caos del transporte público tradicional. Pero en 2025, el sistema se asemeja más a un organismo sobrecargado que respira a través de grietas. Mueve más de 529 millones de personas al año, un flujo de cuerpos que se comprime en un trayecto diario de sobrevivencia urbana.
Las cifras suenan triunfales cuando las repiten los funcionarios, pero detrás de cada número hay una historia de cansancio, de empujones, de unidades repletas, de trayectos que tardan lo mismo que un vuelo nacional.
Lo que comenzó como un modelo de movilidad sustentable terminó convertido en un recordatorio de la fragilidad de las promesas públicas: un sistema que avanza, sí, pero arrastrando el polvo del descuido institucional.

Entre 2018 y 2024, el Metrobús acumuló más de 7,700 choques. Tan solo en 2023 hubo 2,014 incidentes, y hasta julio de 2024 ya iban 772. El 85% de estos percances son responsabilidad de terceros —autos que invaden los carriles, motociclistas que se cruzan sin mirar, peatones desesperados por atravesar avenidas imposibles—, pero ese dato técnico no exime al sistema.
Porque más allá de las estadísticas, el Metrobús se ha convertido en un escenario cotidiano de colisiones, humo y sirenas. Las Líneas 4, 1 y 6 lideran la lista de accidentes, como si compitieran en una carrera absurda hacia la tragedia. Y lo peor es que ya ni siquiera hay sobresalto social: un choque más, una nota breve, una foto borrosa en redes. La normalización del riesgo se volvió parte del paisaje urbano, como si la ciudad hubiera decidido aceptar que moverse implica sangrar un poco.

La violencia del tránsito no se mide solo en vehículos abollados. Entre 2023 y 2024, los fallecimientos por accidentes de Metrobús aumentaron 40%, y los lesionados pasaron de 1,475 a más de 2,100 personas. Son vidas truncadas, trabajadores, estudiantes, familias. Sin embargo, el discurso oficial sigue envuelto en tecnicismos y eufemismos: “incidente”, “percance vial”, “error humano”.
Las muertes se diluyen entre reportes PDF y comunicados con lenguaje neutral. Lo alarmante no es solo la cifra, sino la ausencia de duelo público, la apatía institucional ante la repetición del daño. El Metrobús, diseñado como una promesa de seguridad y movilidad inteligente, se convirtió en una maquinaria donde la estadística sustituye la empatía. Cada cifra es un eco de metal vacío y oxidado, el olvido que rebota entre oficinas y conferencias de prensa.

Paradójicamente, el 91.5% de los usuarios califican el servicio como “excelente”. Una paradoja mexicana en su máxima expresión: el mismo sistema que se incendia, choca y colapsa, también es el más valorado.
Pero la explicación está en el contraste: en una ciudad donde los microbuses son jaulas rodantes y el Metro se convierte en infierno subterráneo, el Metrobús todavía parece el mal menor. Su regularidad, su aire acondicionado ocasional, su apariencia moderna crean un espejismo de eficiencia.

La gente no evalúa la excelencia, evalúa la posibilidad de moverse sin tanto horror. En esa escala deformada de expectativas, el Metrobús triunfa por inercia, no por virtud. El ciudadano promedio no exige excelencia, exige sobrevivir al trayecto.
Las autoridades anuncian ampliaciones —la Línea 7 extendida, las nuevas Líneas 0 y 8, y la llegada de 26 autobuses eléctricos— como si la solución al colapso fuera más kilómetros de promesas.
Y sí, la movilidad sustentable es urgente, pero sin infraestructura sólida, sin educación vial ni supervisión real, el crecimiento solo amplía el riesgo. Un Metrobús más largo no es necesariamente más seguro, ni más justo. La retórica del progreso verde sirve para ocultar la precariedad cotidiana.

El futuro del transporte capitalino no depende de inaugurar rutas nuevas, sino de reparar la confianza rota entre el ciudadano y el sistema que lo transporta. Porque al final, el Metrobús, como el país que lo sostiene, avanza: no por eficiencia, sino por pura necesidad. Y lo hace, literalmente, sobre los restos de sus propios accidentes.
El Metro de la CDMX 2025: “Sistema de Muerte Colectiva”
El Metro es ese “orgullo del transporte masivo” que mueve millones de personas diarias. En la práctica, es como entrar a un juego de ruleta rusa con boleto naranja.
Infraestructura podrida: Túneles viejos, filtraciones de agua, cables expuestos. Como entrar a una mina sin casco. Todo huele a humedad, aceite rancio y resignación.

Mantenimiento fantasmal: Las reparaciones son “a medias” y con cinta adhesiva. En vez de modernizar, se parchó. Los trenes circulan con piezas recicladas y software prehistórico.
Fallas eléctricas y choques: En 2025 ya es normal que haya “incidentes” (eufemismo para choques, incendios, cortos, descarrilamientos). Lo peor: se reportan con lenguaje corporativo tipo “incidente atípico” mientras la gente se intoxica con humo en los túneles.
Sobrepoblación: A las 6:30 AM, los vagones son una cámara de presión humana. Si te desmayas no te caes; quedas suspendido entre cuerpos. Si pasa algo, no hay rutas de escape.
🟩 “Sistema de Muerte Colectiva”: el chiste macabro
En redes, la gente lo llama “Sistema de Muerte Colectiva” no por moda, sino por estadísticas y experiencias:
Incendios espontáneos: transformadores viejos + filtraciones = fogatas improvisadas.
Puentes y estructuras colapsadas: desde la Línea 12 quedó claro que los viaductos son un Jenga mal armado.
Vagones sin ventilación ni luz: perfecto para un microinfierno de 50° y cero oxígeno.
Emergencias sin protocolo real: extintores caducados, salidas bloqueadas, personal mínimo. Si algo pasa, es “sálvese quien pueda”.
El gobierno dice: “Estamos modernizando”. Se anuncian nuevos trenes chinos, pantallas LED y Wi-Fi (que no funciona). Pero la realidad es:
Tecnología de los 70 con apps del 2023 pegadas como stickers.
Más propaganda que inversión.
La responsabilidad se diluye en comisiones y contratos inflados.
El Metro de 2025 es la ruleta rusa urbana: entras para llegar al trabajo, sales con olor a humo y ansiedad, y si tienes suerte, no te toca un incendio, choque o derrumbe.
Es “transporte colectivo” porque si pasa algo, nos afecta a todos juntos. Y es “de muerte” porque nadie se salva del desgaste acumulado de décadas.
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Buzos de la Noticia. (2024, julio 18). Aumentan los fallecidos y lesionados por accidentes en Metrobús y RTP en CDMX. https://buzos.com.mx/noticia/aumentan-los-fallecidos-y-lesionados-por-accidentes-en-metrobus-y-rtp-en-cdmx
Crónica. (2024, abril 3). Aumentan choques del Metrobús; la Línea 4 registra el mayor número de colisiones desde 2018. https://www.cronica.com.mx/metropoli/aumentan-choques-metrobus-l4-registra-mayor-numero-colisiones-2018.html
El País. (2025, enero 22). Ampliación de la Línea 7 y dos nuevas rutas: los planes de Clara Brugada para el Metrobús en Ciudad de México. https://elpais.com/mexico/2025-01-22/ampliacion-de-la-linea-7-y-dos-nuevas-rutas-los-planes-de-clara-brugada-para-el-metrobus-en-ciudad-de-mexico.html
El Universal. (2024, diciembre 30). Metrobús trasladó a más de 500 millones de pasajeros en 2024. https://www.eluniversal.com.mx/metropoli/metrobus-traslado-a-500-millones-en-2024/
Gobierno de la Ciudad de México – Jefatura de Gobierno. (2024, octubre 18). Síntesis informativa: Concentrado de incidentes de Metrobús (2018–2024). https://www.jefaturadegobierno.cdmx.gob.mx/storage/app/media/Sintesis%20Informativa/Resumen%20Ejecutivo/concentrado-18102024-sintesis-matutina1.pdf
Metrobús CDMX. (2022, junio 18). Encuesta de satisfacción del usuario: Resultados 2021. https://www.metrobus.cdmx.gob.mx/comunicacion/nota/BMB-180622
Posta Noticias México. (2024, agosto 25). Cada vez hay más accidentes en el Metrobús: ¿Cuál es la línea más peligrosa? https://www.posta.com.mx/mexico/cada-vez-hay-mas-accidentes-en-el-metrobus-cual-es-la-linea-mas-peligrosa/vl1624633
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